domingo, 4 de octubre de 2009

Cuestión de Justicia

Si hay algo en lo que coincidimos todos los que conocemos a Ángel Olaran es en afirmar, sin dudarlo, que este misionero es bueno por naturaleza; por eso, su labor en Wukro es tan enorme como su corazón. Aparentemente, hay pocas las cosas que alteran a Abba Melaku, siempre conciliador y dispuesto a que en su pequeño mundo reinen la paz y la armonía. Pero la mirada, tan difícil de controlar, le puede jugar malas pasadas… A veces sucede tras la cena, en esos escasos momentos de tranquilidad que se concede en el día y que permiten disfrutar de su conversación pausada y de su palabra certera. Otras veces es mientras le acompañas a una visita, o en el coche… Entonces es cuando Ángel se explaya y saca a la luz esos pensamientos que le acompañan constantemente. Palabras que encierran grandes dosis de denuncia ante ciertas actitudes y promesas de cambiar el mundo, que no son más que lavados de cara ante la galería. Su actitud cuando habla es sosegada, pero sus ojos brillan con indignación, porque no pueden mentir y Ángel se revuelve ante la cicatería humana.
Una noche, mientras caminábamos a la luz de la linterna de vuelta a la misión, tras la visita nocturna a algunos de los niños, Ángel nos habló de Justicia, de Justicia con mayúsculas. Al fondo de la calle, la luna llena nos permitía distinguir aún las figuras de algunos de los niños que nos habían acompañado un trecho del camino. Todavía se oían sus voces alegres y sus risas.
- “Esta es una de las imágenes que me acompañan luego en España durante el año. Los niños felices, perdiéndose en las sombras de la noche”.

Abba Melaku.
Algo debió moverse en el interior del misionero, que se explicó con rotundidad.
- “Por eso no puedo entender a mucha gente. No comprendo que los que conocen esto y llaman a los niños por su nombre, sean capaces luego de cuestionarse si la cantidad que reciben cada mes (unos 20 euros para cubrir todas las necesidades) es excesiva…”.
El tono de Ángel refleja dolor. La falta de luz nos impide ver sus ojos, aunque los imaginamos.
- “Hay gente que no parece capaz de ver que apoyar a estos niños no es una cuestión de caridad, sino de Justicia. ¿Es que nunca se plantean que estos niños tiene los mismos derechos que sus hijos, a quienes nunca niegan nada?”
No puede comprender por qué lo que para unos nunca es suficiente, para otros resulta ser excesivo.
- “Al final, siento que me paso la vida mendigando para que estas gentes tengan algo de lo que debería corresponderles por derecho…”.
En la oscuridad, miles de estrellas cubren el cielo, escuchando en silencio la denuncia de

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