Durante 10 días, a primeros de diciembre, hemos recorrido una pequeña parte de los más de 240.000 kilómetros que tiene Uganda. Hemos conocido a algunos de sus más de 33 millones de habitantes. Nos hemos acercado a algunas de las historias de estas personas y hemos sido testigos de sus pequeñas victorias en la desigual guerra que cada día entablan contra la pobreza. Mi amigo Galisteo ha puesto rostro a estos 10 días.
Cada tarde, durante dos semanas, esperé la llegada de Haraya, una persona muy especial, que ocupa un lugar destacado en mi memoria. No conseguí verla. Ni a ella ni a sus hijos Fekere y Rovel. Parece ser que nuestra amiga buscaba en las aguas sagradas una solución milagrosa para lo que no tenía remedio: el virus del VIH se había adueñado de su joven cuerpo y no tenía la menor intención de darle una tregua. La medicina poco podía hacer por ella, pero Haraya ni quería ni podía, abandonar su lucha por la vida. Quizá, si por ella hubiera sido, habría dejado de sufrir hace tiempo, pero sus hijos dependían solo de ella…
La palabra lo es todo. Corta, lastima. Modela, modula. Perturba, vuelve loco. Cura o mata limpiamente. Amplifica, disminuye según su carga. Excita o calma las almas.