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martes, 31 de julio de 2012

Un planeta en venta

En el año 2008, comenzó a dar la cara la crisis económica y financiera en la que todavía están inmersos la mayoría de los países. Los ojos del mundo se dirigieron, acusadores, a las grandes corporaciones bancarias y empresariales, causantes directos de esa convulsión que hizo temblar los cimientos de un sistema económico que ha mostrado su peor faceta.

También entonces,se produjo una crisis alimentaria sin precedentes. El miedo a la escasez provocó un impresionante incremento en el precio de los alimentos en los mercados.Mientras,en las bolsas de materias primas se especulaba sin escrúpulos con el coste de los productos básicos para la alimentación de millones de personas. El número de hambrientos aumentó  hasta superar los mil millones.

En esos años, inversores de Estados Unidos, de países de Europa, de Japón, Corea, India, China y de países del Golfo comenzaron a poner sus miras y su dinero en países con terrenos cultivables poco explotados de Europa del Este, Nueva Zelanda, América del Sur, Asia y África. A día de hoy, millones de hectáreas de tierras agrícolas en todo el mundo han cambiado de dueño. El nuevo orden agrícola mundial ya está cimentado...

Etiopía uno de los países más pobres del mundo, en el que la gran mayoría de la población depende del rendimiento de pequeñas explotaciones agrícolas, y donde la ayuda alimentaria internacional es imprescindible para la supervivencia de millones de etíopes. Y es también uno de los países en los que el Gobierno está propiciando la venta de tierras a inversores extranjeros.

Cuando se ha visto, como he visto yo, los estragos que causa el hambre en su estado más puro, resulta imposible comprender que la  codicia humana no tenga un límite...

Con el negocio de las tierras cultivables, los inversores saben que no corren riesgo de pérdidas, pero ¿qué sucede con los habitantes de esos países? ¿Qué reciben como contraprestación? ¿Es esta la solución para terminar con la pobreza?

Este vídeo, que he recibido hoy, denuncia y explica la situación. Merece la pena verlo, aunque llegue a revolver las entrañas...


domingo, 4 de octubre de 2009

Cuestión de Justicia

Si hay algo en lo que coincidimos todos los que conocemos a Ángel Olaran es en afirmar, sin dudarlo, que este misionero es bueno por naturaleza; por eso, su labor en Wukro es tan enorme como su corazón. Aparentemente, hay pocas las cosas que alteran a Abba Melaku, siempre conciliador y dispuesto a que en su pequeño mundo reinen la paz y la armonía. Pero la mirada, tan difícil de controlar, le puede jugar malas pasadas… A veces sucede tras la cena, en esos escasos momentos de tranquilidad que se concede en el día y que permiten disfrutar de su conversación pausada y de su palabra certera. Otras veces es mientras le acompañas a una visita, o en el coche… Entonces es cuando Ángel se explaya y saca a la luz esos pensamientos que le acompañan constantemente. Palabras que encierran grandes dosis de denuncia ante ciertas actitudes y promesas de cambiar el mundo, que no son más que lavados de cara ante la galería. Su actitud cuando habla es sosegada, pero sus ojos brillan con indignación, porque no pueden mentir y Ángel se revuelve ante la cicatería humana.
Una noche, mientras caminábamos a la luz de la linterna de vuelta a la misión, tras la visita nocturna a algunos de los niños, Ángel nos habló de Justicia, de Justicia con mayúsculas. Al fondo de la calle, la luna llena nos permitía distinguir aún las figuras de algunos de los niños que nos habían acompañado un trecho del camino. Todavía se oían sus voces alegres y sus risas.
- “Esta es una de las imágenes que me acompañan luego en España durante el año. Los niños felices, perdiéndose en las sombras de la noche”.

Abba Melaku.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Tomorrow coffee my house?

Tan sólo llevábamos unas horas en Wukro y nuestra agenda estaba ya plagada de compromisos sociales. Las tres semanas se iban a quedar cortas para atender a todas las invitaciones que recibimos desde el primer momento. Pero nos las apañamos bastante bien para no decepcionar a nadie. Y eso que cada una cerraba sus citas sin saber qué habían hecho las otras. Y como vamos en un pack… la cosa es bastante complicada.
Por la calle, en el patio de la misión, a través de intermediarios… la pregunta a cada momento es inevitable: Tomorrow coffee my house? Y piensas ¡Dios mío, me va a salir la cafeína por las orejas! Pero no, lo único que te sale a borbotones después de cada visita es un sentimiento de enorme agradecimiento por lo que recibes. Por los besos, los abrazos y las confidencias. Por la alegría con la que te acogen y el cariño con el que te despiden.
Las gentes de Wukro, extremadamente hospitalarias, abren enseguida las puertas de sus casas a los farengi (extranjeros) a quienes ofrecen todo lo que tienen. Y lo que tienen, creedme, es bien poco. También los niños, hasta los más pequeños, saben cómo hacerte sentir mejor que en tu propia casa, dentro del paraíso que para ellos son sus humildes viviendas.