domingo, 27 de septiembre de 2009

Tomorrow coffee my house?

Tan sólo llevábamos unas horas en Wukro y nuestra agenda estaba ya plagada de compromisos sociales. Las tres semanas se iban a quedar cortas para atender a todas las invitaciones que recibimos desde el primer momento. Pero nos las apañamos bastante bien para no decepcionar a nadie. Y eso que cada una cerraba sus citas sin saber qué habían hecho las otras. Y como vamos en un pack… la cosa es bastante complicada.
Por la calle, en el patio de la misión, a través de intermediarios… la pregunta a cada momento es inevitable: Tomorrow coffee my house? Y piensas ¡Dios mío, me va a salir la cafeína por las orejas! Pero no, lo único que te sale a borbotones después de cada visita es un sentimiento de enorme agradecimiento por lo que recibes. Por los besos, los abrazos y las confidencias. Por la alegría con la que te acogen y el cariño con el que te despiden.
Las gentes de Wukro, extremadamente hospitalarias, abren enseguida las puertas de sus casas a los farengi (extranjeros) a quienes ofrecen todo lo que tienen. Y lo que tienen, creedme, es bien poco. También los niños, hasta los más pequeños, saben cómo hacerte sentir mejor que en tu propia casa, dentro del paraíso que para ellos son sus humildes viviendas.
Aunque pudiera parecer lo contrario, porque las citas consisten siempre en lo mismo (una larga ceremonia del café, muchas fotos y un recital de cantos y bailes), cada día la visita es diferente. En algunas casas, conoces a una madre, a unos abuelos o a unos tíos, de cuya existencia no tenías noción. En otras, compruebas cómo los vecinos aportan su granito de arena, su tiempo y sus manos adultas, para que nuestros pequeños anfitriones aprendan a cumplir con sus tradiciones de hospitalidad. También hemos visto cómo unas niñas, que hace unos años no podían levantar el bidón del agua, son capaces, ahora, de preparar el más exquisito café. Niñas que van creciendo y saben ya cuáles son sus privilegios (para ellas, preparar el café lo es) y sus múltiples obligaciones en la casa.
Cada café ha sido una nueva posibilidad de disfrutar de la mejor compañía. Ni siquiera el calor sofocante de primeras horas de la tarde, que se multiplica por mil en el interior de las casas, ha conseguido aguarnos esa pequeña fiesta diaria. Tomorrow coffee my house? Yes, of course! Por nada del mundo me lo perdería.

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